Ibiza es “mucho más que fiesta”. No sólo lo escribo (y suscribo) yo sino que lo afirman (y reafirman) cuantos la viven e incluso viven de ella. Esa fue la coletilla más escuchada durante el I Foro de Gastronomía del Mediterráneo. Pequeños productores, cocineros, viticultores, payeses y pescadores locales, así como residentes reivindican el valor de la gastronomía ibicenca como motivo de peso para recalar en la isla, donde disfrutar también de sus aguas, sus playas, sus pueblos, sus mercadillos, sus clubs…
Si estáis pensando en ir a Ibiza este verano, tomad nota de esos locales en los que además de un entorno apacible, un ambiente singular o unas vistas privilegiadas podréis saborear sus platos más típicos (sofrit pagès, guisat de peix, frita de pulpo, arroz a la marinera, greixonera, orelletes, etc.) y los ingredientes que hacen que la verdadera fiesta empiece en la mesa. Hay desde lugares tradicionales a sitios emblemáticos; agroturismos, novedades, gastrobares e incluso gastrobeaches. También una representación cada vez mayor de chefs que aprovechan el tirón popular de la isla para ampliar su horizonte creativo. Algo tendrá Ibiza cuando tantos quieren venir a probarla…
Eivissa
Sa Brisa. Es EL gastrobar de la capital. Ideal para el tapeo de autor (firmado por el chef Gonzalo Aragüez) con producto local. Los propietarios, Esther Bonet y Pere Vendrell, apuestan por la fusión a partir de productos típicamente ibicencos como el porc negre, del que sacan partido hasta en la coctelería. No te puedes ir sin probar cualquiera de sus postres, considerados un punto y aparte por su rotundidad y contundencia.
Vara de Rey, 15.
La Gaia. Es la nueva propuesta gastronómica del Ibiza Gran Hotel, donde Óscar Molina defiende el concepto japeruvian a través de una carta que coquetea a partes iguales con el recetario peruano y el japonés. Derroche de producto del mar en sobrios platos exentos de florituras, pero con sutiles aderezos de contraste.
Paseo Juan Carlos I, 17.
Heart Ibiza. Redoble para la última pirueta de Ferran y Albert Adrià junto al fundador del Cirque du Soleil, Guy Laliberté. Superado el traspiés inaugural del año pasado, la actual “experiencia Heart” propone dejarse llevar por un recorrido gastrosensorial que se asoma a Dalt Vila, pasa por el Lab para vibrar con performances artísticas y cierra la velada con esa música bailable que tanto suena en la isla. Una experiencia mejorada, sorpresiva y genuina.
Paseo Juan Carlos I, 17.
Sa Nansa. Restaurante imprescindible para chuparse los dedos con el producto recién pescado, como os pasará con la gamba de Ibiza. Pero también con el calamar salteado con sobrasada, las espardenyes, la langosta o su arroz a banda. Pere Tur es el anfitrión de esta casa y el perfecto divulgador de la riqueza culinaria de la isla.
Av. 8 d’agost, 27.
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Sant Josep de Sa Talaia
Sa Caleta. Por este chiringuito frente al mar no pasan los años. Negocio familiar de cocina marinera y trato cercano. No te puedes perder su guisat de peix con tres o más variedades de pescado de corte -mero, roja, san pedro, dentón-, una base de sofrito y patatas de acompañamiento. Tampoco el denominado café Caleta, la queimada ibicenca ya popular en toda la isla.
Platja d’es Bol Nou.
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Lips Reartes. Es el gastrobeach que marca la diferencia. Un espléndido local en plena playa d’en Bossa donde el chef David Reartes demuestra su compromiso con la despensa ibicenca -desde el pollo de payés al porc negre; de los frutos de las ecofeixes a las hierbas de veteranísimas cultivadoras- en platos que hacen guiños a culturas lejanas. Sin prejuicios ni manías. Con orgullo. Puedes degustar desde un buen suquet de gerret ibicenco o a un estupendo curry, tacos al pastor o arroces slow food. Otra de sus señas de identidad es la atención del servicio.
Porreres, 1. Platja d’en Bossa.
Santa Eulària des Riu
Can Domo. Es el agroturismo de Alexandra Vermeiren y su pareja, el chef Pau Barba, que huyó del Lyo para encontrar aquí por fin su sitio, donde despliega junto a la piscina una cocina de producto ibicenco sumamente creativa, vistosa y deliciosa. Para ello recurre a emplatados que rememoran su trayectoria Michelin, despiertan el apetito y favorecen el recuerdo. También las recomendaciones de su sumiller, siempre atinadas.
Carretera Cala Llonga, Km 7.6.
Can Curreu. Este hotel rural rodeado de limoneros con cuyo fruto se hace un excelente sorbete cremoso se caracteriza por su surtida cocina de mercado. El menú del chef presenta una buena relación calidad precio a sabiendas de que incluye producto fresco, elaboraciones “al estilo ibicenco” y postres que no deberías pasar por alto.
Ctra San Carlos, km. 12.
Can Muson. En esta granja de producción ecológica puedes comprar y degustar in situ verduras, hortalizas, frutas, huevos, pasteles, mermeladas y demás delicias de cosecha propia, así como visitar su enorme huerto e incluso apuntarse a sus talleres de cocina o de divulgación de las tradiciones ibicencas. La payesa María Marí Colomar te acabará cautivando por su sencillez, su sabiduría y sus elaboraciones caseras, que te hará probar y aprobar en su única mesa al aire libre. Si vas con niños, disfrutarán de lo lindo.
Ctra. Santa Eulalia Km 11, desvío Cala Llonga.
Sant Antoni de Portmany
El Rebost de Can Prats. Una acogedora casa de comidas que mantiene como pocas la esencia de la cocina ibicenca. Aquí sirven la mejor ensalada de crostas con pan duro y la mejor frita de pulpo que probé en mi último paso por la isla. Su secreto es la calidad del producto km.0 y el mimo empleado en la elaboración de cada receta. No os perdáis sus guisos ni tampoco su flaó casero: ¡está buenísimo!
Cervantes, 4.
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Sant Agustí des Vedrà
Ses Roques. Desde las mesas de su terraza se divisa uno de los atardeceres más bonitos de toda la isla. Ése es el momento ideal para disfrutar de una carta que combina especialidades como el bullit de peix, las paellas y los arroces en tremendas raciones para compartir, pescados de sus costas, así como postres caseros como ese flan de algarroba tan conseguido.
Cala Conta.
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Can Berri Vell. En esta casa ibicenca del siglo XVII y entorno mágico, sobre todo de noche, conjugan tradición con creatividad en recetas clásicas convenientemente actualizadas. Hay que probar sus ravioli rellenos de morcilla dulce, sus huevos rotos con patata ibicenca, su cordero asado en dos tiempos y sus postres de toda la vida, revisionados y presentados en formato degustación.
Plaça Major.
Sant Carles
Ca n’Anneta. Cuna del hippismo venido a menos, tanto en su terraza arbolada como en su interior se sirven montaditos y elaboraciones de picoteo clásicas como la ensaladilla rusa, la tortilla de patata y los salteados de mar y montaña maridados con un licor de hierbas casero que pasa solo. Atentos también a sus tostadas de pan de payés con tomate restregado por encima, aceite y sal de Ibiza.
Barri San Carlos, s/n.
Santa Gertrudis
Bar Costa. Para ese bocata con embutido de la isla elaborado al momento que apetece a cualquier hora, no puedes pasar por alto este clásico del centro de Santa Gertrudis. Su básica oferta gastronómica contrasta con esos interminables salones y esa colección de cuadros que obliga a detener un rato la visita mientras desayunas, meriendas o comes en plan rápido.
Plaça de l’Església, s/n.
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Acordaos de que podéis maridar cualquier plato con los denominados Vins de la Terra, cuya producción primera se remonta a la época de los fenicios. En prácticamente todos los lados encontraréis las referencias de Can Rich, Ca’n Maymó o Sa Cova para la inmersión 100% ibicenca que deberías rematar con el café de la isla y sus hierbas.
Para la lectura en la playa, en alta mar o en uno de esos contados hoteles con encanto, dejadme recomendaros Glorious Ibiza Food (& Music), de Sid Shanti, con el que querréis devorar la isla como haréis con cada página.
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